sábado, 17 de abril de 2010

"La Corte Suprema se convirtió en directorio de la oposición": José Obdulio Gaviria


Fotograma / José Obdulio Gaviria / Archivo World Press Service / 2010


En extensa entrevista, publicada por el periódico EL TIEMPO de Bogotá D.C., señala que desde ese organismo ha habido intenciones de derrocar al presidente Uribe y subvertir el orden institucional.

El hombre que creó el paradigma de que en Colombia no hay conflicto armado interno, sino amenaza terrorista, cree que un sector de la justicia liderado por contradictores políticos quieren cobrarle su atrevida dialéctica como un delito de opinión.

Gaviria, quien casi no puede discutir sin tener uno o más libros a la mano, citando filósofos, guerreros o historiadores para hacer sus análisis, afirma con la convicción de los valientes que desde la Corte Suprema de Justicia ha habido un plan para derrocar al presidente Álvaro Uribe, para ensañarse contra los amigos y partidarios del mandatario y favorecer a los enemigos del país..

Pero él no está dispuesto a ceder en sus reparos a ese tribunal. Dice que sus magistrados se han trenzado en una lucha intestina por la fronda burocrática, lo cual los ha desviado del camino de impartir Justicia, señalado por la Constitución, para convertirse en una especie de partido político de oposición.

Por considerarlo de interés nacional y ante la evidente amenaza externa del mamertismo internacional e interna de los entreguistas a la "robolución" Bolivariana, aqui la transcribimos.  

"Yo llegué al Gobierno en 2002... Era la primera vez que tenía una vinculación con el Estado. No acepté cargo público, acepté una asesoría parcial al Presidente de la República pensando básicamente en elaborar documentos, textos políticos, correspondencia y colaborar en los discursos para que el Presidente tuviera insumos. Recuérdese que él no lee discursos.

Yo mantenía desde hacía años una identidad con el presidente Uribe, había una especie de simbiosis ideológica. Muchas veces yo escribía un artículo y resulta que Uribe ya había dicho eso en alguna intervención.

En la campaña de 2002, uno de mis libros, Colombia, asesinato y política, fue muy citado por el candidato. Debo anotar que le oí una conferencia en Medellín en el que enunciaba unas tesis y unos hechos idénticos a los que yo estaba escribiendo.

Por eso, cuando él hizo la presentación de mi libro en el lanzamiento, le dije al público, medio en serio, medio en broma, que lo dieran por leído: lo reseñó como si lo supiera de memoria.

Cuando llegué a la Presidencia casi nadie me conocía en Bogotá. Dentro de la Casa de Nariño la gente se sorprendía de que Tulio Chinchilla y yo habláramos tanto con el Presidente.

Después se sorprendieron más cuando comencé a publicar artículos en EL TIEMPO, participar en debates políticos y académicos e intervenir en radio y televisión.

Esa participación en el debate público se acrecentó por el tema de la reelección porque yo redacté la exposición de motivos. Y la cosa se les hizo más rara cuando publiqué un libro, Reelección, que el pueblo decida, que fue un éxito editorial.

Eso me convirtió en personaje público; una especie de vocero de las ideas de Uribe -no vocero de Uribe sino vocero de sus ideas-, porque se discutía que qué era yo, si servidor público, si contratista, si un simple amigo del Presidente y que cómo hacer para que la Procuraduría limitara mi derecho de expresión.

En 2006 publiqué el libro "A Uribe lo que es de Uribe". Fue objeto de mucho debate público y dio lugar a la creación de grupos de apoyo en todo el país. Ese fue el germen del Centro de Pensamiento Primero Colombia: una reunión de intelectuales, profesionales, sindicalistas y universitarios.

Pero lo que me introdujo en los debates más agrios fue mi libro Sofismas del terrorismo en Colombia.

Hasta el 2002, se consideró que la definición de nuestro estado de violencia se llamaba "guerra civil" o "conflicto interno armado". Y esa concepción era defendida a capa y espada en la academia, en los medios de comunicación y en los círculos políticos.

No notaban que era la definición que daba sobre sí misma la guerrilla porque convenía a sus intereses, dado que le reportaba reconocimiento de beligerancia y status político. Yo contradije a fondo esa definición. No por entrar en una discusión bizantina sino porque una definición u otra conllevaba políticas antagónicas.

Si estábamos en guerra civil, la política de Seguridad Democrática quedaba neutralizada, dado que ella se funda en la cooperación ciudadana con la fuerza pública (quien nos ayudara se convertiría en "actor armado"). Si enfrentábamos una amenaza terrorista, en cambio, lo natural era esa estrecha alianza y cooperación...

¿Usted está ubicando la génesis de la amenaza judicial que parece surgir contra usted en el debate planteado de si en Colombia había guerra civil, conflicto interno armado o amenaza terrorista?

El punto es que para enfrentar la tesis de estado de guerra civil o conflicto interno armado había que citar los textos de quienes la enarbolaban; ir a los textos de las ONG, a los de los académicos (de la Universidad Nacional particularmente), y de muchos otros, sobre todo los del Partido Comunista. ¡Ahí fue Troya! Dijeron que los estaba convirtiendo en objetivo militar.

Citar literalmente sus textos, que los encontraba en librerías y bibliotecas, dizque era "amarrarles una lápida al cuello". Querían que todo el mundo los leyera, adhiriera a sus puntos de vista; pero mostrar sus falencias conceptuales o sus errores, era considerada una actividad policiva o de espionaje.

Álvaro Camacho, por ejemplo, dijo que citar su prólogo al libro Sistema de guerra, de N. Richani, era amenazar su integridad.

Igual ocurrió con el director de CODHES. Él ha dicho que mis artículos y libros son una sindicación, pero lo que he hecho es citar textos que justifican la combinación de las formas de lucha (armas y urnas).

Desde la publicación de Sofismas del terrorismo yo soy el demonio para todos los que defendían la tesis de que la guerrilla era "oposición armada" al Estado. Pero, ¿qué hago si así se discutía en Colombia hasta 2002? Uribe les puso las cosas patas arriba.

¿La Corte no podía controvertir los criterios académicos suyos?

¡Claro! De hecho, piensa diametralmente distinto a mí. Lo que nunca nadie previó, y ahí está la génesis de otra contradicción Uribe-Corte Suprema, es que esta, en una sentencia, adheriría a la tesis de que la lucha de las Farc es respetable pues obran por móviles altruistas.

Esa filosofía determinó que apoyaran la lucha del ejecutivo contra los parapolíticos, pero que se hicieran los de la oreja mocha al momento de perseguir a los farc-políticos.

Según usted, ¿la Corte no podía hacer esa afirmación?

Podía, sí, pero no debía. Todos aspirábamos a que la jurisprudencia perfeccionara la política de seguridad democrática, no que la entrabara.

Usted ha denunciado en muchas oportunidades las amenazas militares de la guerrilla, por Anncol. Y se pueden ver. ¿Pero ahora está planteando otro tipo de amenazas? ¿Judiciales?

Primero, por formación ética, por formación jurídica y por el testimonio que tendrían que dar todos los que me conocen, yo nunca intervendría en una operación de espionaje, en una operación de seguimiento, en una operación oscura de persecución a nadie. Odio cualquier intromisión en la vida privada de la gente. Eso es enfermizo, eso es voyerismo.

Si algo deberían mis contradictores certificar es que siempre les doy la cara, les acepto sus invitaciones a sus foros y me refiero a sus puntos de vista conocidos; los cito literalmente; no cito grabaciones irregulares o espurias.

La única acusación que me pueden hacer es que los haya citado textualmente con referencia a lo que han dicho a los medios de comunicación o han escrito y publicado.

Mi herramienta ha sido el texto directo. Pero como me les volví una piedra en el zapato, la única manera que se les ocurre de desvirtuar y desconceptuar mis textos, mis artículos, mis intervenciones en el debate público, es intentar deslegitimarme como contradictor.

No deslegitimar mis conceptos, ni contradecir mis puntos de vista, sino deslegitimarme y descalificarme moralmente. ¿Por qué no discuten mis argumentos? Porque la doctrina de la Seguridad Democrática los desnudó.

Hay magistrados que sacan recortes de mis artículos y se los presentan al Presidente o a los contertulios en los bares como si fuera un cuerpo de delito; han pedido mi cabeza como columnista... De ahí a operar judicialmente contra mí no hay mucha distancia y eso, en plata blanca, se llamaría juicio por delito de opinión o chavismo ordinario.

Mi único delito sería haber opinado en contra de actuaciones de magistrados y de contenidos de sentencias.

Entiendo que mi columna (de EL TIEMPO) es una de las más leídas del país y por lo menos es constatable que es la más comentada en promedio por los lectores. Y a mí en los escenarios donde participo siempre se me recibe con, por lo menos, una afirmación admirativa de la manera como expreso mis puntos de vista.

Algunos magistrados no gustan de esos escenarios y preferirían tener una "Bastilla" para encerrar a quienes los critiquen.

El mayor aporte de todos los que ha dejado el presidente Uribe es haber elevado el nivel del debate político en Colombia, haber permitido que al concluir su mandato de ocho años yo pueda participar en un foro en los que hay miembros del Partido Comunista que se confronten conmigo con puntos de vista, con ideas.

Incluso con afirmaciones que así sean insultantes se hagan de una manera tal que yo tenga que respetarlas. Antes lo que se armaba en los debates era una guachafita.

¿Entonces las acusaciones en el sentido de que usted y gente de la Casa de Nariño habrían ordenado interceptaciones ilegales es un cobro político solamente?

Total. El ladrón juzga por su condición. Contra mí no hay acusaciones sino calumnias. Y de las calumnias no se presentan pruebas. Son afirmaciones falsas.

Primero dijeron que el capitán (Jorge) Lagos me sindicaba y se autoincriminaba. ¡Falso! La W se retractó y explicó que le había creído a Noticias RCN. Caracol Radio y la FM persistieron en la calumnia. Ahora dijeron que el doctor (Carlos Alberto) Arzayuz me sindicaba y se autoincriminaba: ¡Falso!

Mi relación con todos los funcionarios de Casa de Nariño y del Estado colombiano respecto a todos los temas fue total y absolutamente académica y no administrativa: cátedras y conferencias en la Escuela Militar, conferencias en reuniones de oficialidad, de retirados, participación silenciosa en Consejos de Seguridad y el Consejo de Ministros.

Toda la información que yo utilizo la extraigo de textos publicados o son producto de mis reflexiones. Les duele y les horroriza que yo les haya hecho seguimiento a sus textos y los haya puesto en evidencia frente al público.

El caso de Petro. Petro afirmó, en un debate público conmigo, que nunca me ha sindicado a mí pero que sí había gente en la Casa de Nariño que delinquía. Yo le dije: "No señor, usted no me va a ganar a mí para que acepte la incriminación a mis compañeros de la Casa de Nariño.

El presidente Uribe es el combatiente intelectual, directo y claro. Nunca, por ningún motivo, su gobierno habría aceptado involucrarse en políticas denigrantes como es el espionaje ilegal. Quien lo haya hecho, si lo ha hecho, traicionó su juramento y traicionó a Uribe".

Lo que ha salido a la luz pública respecto de la primera administración del DAS en este Gobierno muestra que sí hubo graves irregularidades. La sola presencia de un señor como (Rafael) García en la cúpula del DAS ya es un indicio gravísimo de conductas criminales en esa cúpula.

Si en el DAS se trazó una política de guerra sucia, deberá caer todo el peso de la ley contra el funcionario que lo haya hecho. Pero que no vengan a hacer linchamientos y a asustar a la gente para pescar en río revuelto.

¿Por qué ha avanzado la judicialización contra personas de la Casa de Nariño en este proceso?

¡No! No ha avanzado porque para eso se necesitan pruebas. No existen y espero que no se atrevan a crearlas artificialmente, como hace la dictadura que gobierna en las vecindades. Pero sí hay que admitir que hay una confrontación entre el Ejecutivo y el aparato judicial.

¿Sólo por una confrontación de los poderes?

La confrontación es un hecho. Y no es por culpa del ejecutivo. Hasta 2006 hubo luna de miel entre el ejecutivo y la Corte. Las primeras lanzas se rompieron cuando el ejecutivo se negó a acompañar a la Corte en una iniciativa retardataria: prohibir la tutela contra sentencias judiciales.

La segunda fue respetar, no coartar, e incluso colaborar con la prensa en la indagación sobre las relaciones de algunos magistrados con Giorgio Sale y Ascencio Reyes. Ahí entré yo.

El Centro de Pensamiento Primero Colombia publicó el libro "Parapolítica, verdades y mentiras", del que soy compilador.

En el ensayo de William Calderón se narran los viajes y francachelas de magistrados con esos individuos.

En lugar de generar investigaciones internas y colaboración con la justicia (Comisión de Acusación de la Cámara), en la Corte operó el espíritu de cuerpo.

Luis Carlos Restrepo denunció formalmente los hechos pero cualquier amague de investigación ha sido respondido con la persecución al representante que se atreva.

Hoy los magistrados de la Corte son los únicos ciudadanos colombianos totalmente inmunes e impunes porque no tienen juzgador.

¿En algún momento la Casa de Nariño trató de rivalizar con el poder judicial intentando buscar verdades sobre esa situación, por medios que se prestaron para controversias como la ida de alias Job a Palacio?

Es deber de todo ciudadano colaborar con la justicia. ¡Claro que el ejecutivo y la prensa tienen derecho a saber la verdad de esas relaciones non sanctas! La entrada de Job está grabada en video que el gobierno entregó a los medios y de la reunión hubo acta. Las entradas de Sale y Reyes al Palacio de Justicia, que eran diarias, fueron borradas y ¡qué tal para ellos si hubiera quedado acta! Los convenios internacionales sobre información financiera pusieron alarmas chillonas sobre operaciones millonarias, en dólares, de varios magistrados.

Eso muestra la diferencia de talante entre el ejecutivo y ciertos magistrados. Yo dije que la forma como se expresa la Corte no es la solemne y digna que conocimos siempre los que nos formamos como juristas. A la Corte la conocíamos por los tratados en varios tomos o por la jurisprudencia ante la que nos inclinábamos reverentes.

De un momento a otro se convirtieron en directorio político de oposición, protagonizan ruedas de prensa y producen comunicados con clara intención política; se engarzan en reuniones electoreras para controlar cuotas de poder (ocho meses sin hace mayoría para elegir un magistrado, al fiscal, al Presidente de la Corporación y a magistrados de los tribunales y ahora piensan hacer un carnaval con el nombramiento de candidato a la Contraloría).

No es casual que los dos últimos presidentes de la Corte sean políticos derrotados y refugiados en la corporación. Lo que pasa es que no se resignan a ser magistrados y actúan ante las cámaras como si fueran presidentes de un directorio.

Ante lo único que ellos se inclinan reverentes es frente a libros publicados por la oposición con contenido ultrajante y mendaz; libros que, además, orientan la investigación sobre la parapolítica, en lugar de fundar sus decisiones, única y exclusivamente, en hechos y actos criminales de los sindicados.

El caso más representativo e infame es el de Mauricio Pimiento a quien condenaron por los votos que obtuvo en un pueblo y no porque se le hubiese probado la comisión de un delito.

¿Subsiste el propósito de sacar al Presidente, desde la Corte?

No ha habido ninguna infamia superior a todas las que se han producido contra el presidente Uribe, que desde la presidencia de la Corte se hable de Watergate y que la Casa de Nariño es una empresa criminal. Los partidos de oposición, mal que bien, tratan con respeto al Presidente. ¡Pero la Corte...!

¿Ser el vocero de las ideas del presidente Uribe lo lleva a usted a pagar un costo político?

Yo pago ese costo político con mucho gusto. Yo por ejemplo acompañé al presidente Uribe desde mis columnas, en solitario, en el debate sobre el Caguán. Escribí un libro llamado Colombia, la guerra y la paz, en el que expresé todos los puntos de vista coincidentes con el presidente Uribe y con su texto de 1995 sobre su política de seguridad y convivencia, porque nosotros entendimos que todo el proceso del Caguán era un gran error fundado en ideas erróneas.

Un debate interno mal planteado produce estrategias erróneas y desastres político-administrativos. No sé si en el seno del Gobierno y de los grupos políticos que apoyaron lo del Caguán se dio el debate, pero la estrategia, evidentemente partía de la base de que Colombia estaba en guerra civil, y que por lo tanto la salida era negociada. Nosotros partimos de la base de que Colombia tenía una amenaza terrorista y que en consecuencia la solución era el reforzamiento del Estado, la presencia en todo el territorio y la persecución a los agentes terroristas.

¿Es dable pensar que el fin del Gobierno del presidente Uribe deje a personas como usted, que han sido voceros de sus ideas, vulnerables ante una amenaza como esa de tipo judicial de la que se habla?

Pues si nosotros nos volvemos vulnerables y eso conlleva que las ideas se vuelvan frágiles, estamos perdidos los colombianos. Las personas somos accesorias, somos seres que podemos estar o no estar. Pero los planteamientos del presidente Uribe respecto al tema de la seguridad en Colombia, Seguridad Democrática, no pueden estar en riesgo. Y advierto: todo aquel que se haya metido en la guerra política sucia desde el Estado colombiano lo hizo en contra de las ideas del presidente Uribe y en contra de su práctica política, y en contra, además, del interés político del país. El que haya hecho alianzas con los paramilitares para combatir a la guerrilla ha traicionado al Estado colombiano y al Presidente. Eso debe ser castigado, eso es un delito.

Uribe ha sido un combatiente leal de las ideas y nadie sin mentir puede decir que haya sido perseguido o que haya sido puesto en peligro por el ejercicio del poder del presidente Uribe.

Al contrario, quienes habían emigrado del país y se habían asilado en otros países regresaron. Nuca antes ha habido una campaña tan enérgica y sistemática de protección a los sindicalistas, a los miembros de ONG, periodistas, principalmente de oposición. Pero vaya usted y pídales que reconozcan ese hecho: inmediatamente lo niegan y punto. Pero esos mismos que lo niegan tienen protección del Estado, carros blindados y esquema de seguridad.

Además, cuando han puesto la alerta, el Estado ha intervenido, ha reaccionado.

¿Usted cree que hay intereses en callarlo mediante la judicialización?

Lo han intentado, mintiendo. Presenté una denuncia penal contra algunos periodistas que mintieron diciendo que un testigo de alto nivel, el capitán Lagos, me había sindicado de la comisión de delitos. Mintieron absolutamente. La única que rectificaron inmediatamente fue La W Radio. Ahora reincidieron diciendo que otro testigo, el doctor Arzayuz, se autoincriminaba y me sindicaba. ¡Mentira! Leí su declaración y ni siquiera me menciona y niega, él, haber cometido delito.

¿Entonces ni Lagos ni Arzayus han hecho sindicaciones contra usted?

Ni las harán. Porque ellos en primer lugar nunca cometieron el delito que se les imputa de las chuzadas a funcionarios y a magistrados, nunca lo han reconocido, y si no han reconocido menos van a sindicar a personas con las que no han tenido un contacto directo.

¿Puede ser ese medio o esos periodistas los interesados más claros en sindicarlo a usted, o hay más gente?

Hasta donde he visto son solo dos medios de comunicación los empeñados en incriminarme para evitar la posible condena por la violación penal que cometieron.

¿Se explicaría eso como un acto de defensa o contraataque?

Yo no encuentro otra razón, porque mentir de la manera como lo han hecho, ser falaces y reincidir en la falacia, inventando una declaración que ellos saben que nunca existió, no tendría otro objetivo distinto a crear una artimaña legal.

Detentar el poder genera reacciones de los opositores y eso tiene costos políticos. ¿Después de ocho años del presidente Uribe hay gente como usted que está llamada a pagar ese costo político. ¿Qué va a hacer?

Si lograse consolidarse lo que el ex presidente de la Corte llamó 'el Gobierno de los jueces para el siglo XXI', veríamos un paralelo extrañísimo entre Colombia y Venezuela: el Ejecutivo venezolano persiguiendo a sus contradictores, y en Colombia el Poder Judicial queriendo convertirse en gobierno, persiguiendo, intentando derrocar al gobierno e intentado encarcelar a los detentadores del poder en el Ejecutivo.

En mi caso ya llevan dos tiros que les han salido por la culata. La Corte ha ido a pedir mi cabeza al periódico. El presidente actual de la Corte, delante de mis amigos, saca mis artículos y se los muestra como si fueran crímenes o actos terroristas. Ahora, con lo de Watergate, como que pretenden de derrocar al Presidente...

Lo que los colombianos haremos será evitar que esto ocurra. Por eso estoy seguro de que un gobierno como el de Juan Manuel Santos consolidará la política de Seguridad Democrática, que supone una gran coordinación entre los jueces y el Ejecutivo, porque la Seguridad Democrática, sin jueces, es un fracaso. Un poder judicial fuerte es el mejor mecanismo para poner en cintura a los grandes capos y jefes del paramilitarismo, el narcotráfico y la guerrilla.

¿Cree que se tiene que pensar en una reforma para producir una armonía en la rama judicial?

Yo la propuse en una de mis columnas: una pequeña constituyente, pero fue recibida con cuatro piedras, en lugar de decir: esto podría ser una salida, y discutirla.

Ese tema no avanzará porque uno de los mejores mecanismos para impedir que cualquier cosa se haga es obligarse uno mismo al consenso. Los consensos son ideales, pero si no se dan, para eso existe la regla democrática de la mayoría.

¿Entonces tendrá el país quedarse con esa situación de la justicia?

El mandato que reciba el nuevo presidente Santos le permitirá entrar a considerar, buscando acuerdos nacionales con los partidos, unas transformaciones que impidan que esto continué.

Es que el único colombiano cuya impunidad está totalmente garantizada es un miembro de la Corte Suprema de Justicia, porque bloqueó el mecanismo de investigación. La Cámara de Representantes está totalmente amilanada. Cuando ha intentado alguna investigación, inmediatamente solicitan certificación de investidura del representante que los va a investigar, lo que equivale al mensaje de "te vamos a meter a la cárcel". Y ellos sí meten a la cárcel.

¿Cómo se defenderá José Obdulio Gaviria?

Espero que en Colombia ese debate que yo he dado se mantenga en el escenario político, académico y dialéctico. Si ellos lo quieren convertir en un asunto judicial o delito de opinión se van a ir de bruces y se van a dar contra un muro.

Mi manera de ser, mi comportamiento, me llevaron a no involucrarme en ningún asunto práctico del Gobierno. Eso fue consciente y sistemático. Nunca hablé en un Consejo de Ministros o en una reunión oficial. Fabio Echeverri me preguntó una vez que por qué yo nunca hablaba. Lo único que se puede examinar de mí como miembro del gobierno, como asesor externo, es lo que hablé, lo que dije legítimamente en el escenario público o con mis compañeros. Si eso lo quieren judicializar se van a encontrar con que en la base del aparato judicial hay juristas y las decisiones se toman con pruebas. Yo no soy sujeto procesable por la Corte. La Corte seguramente estaría feliz de tenerme a mí allá metido en un debate en el que yo pague mis ideas con sanciones judiciales.

¿Cree que la Corte puede llegar a influir?

El Presidente ha insinuado que eso puede estar ocurriendo o quieren que eso ocurra. Yo me niego a pensar que eso pueda llegar a ocurrir. Pero los hechos me dicen que estoy equivocado.

Lo hemos escuchado hablar de que Juan Manuel Santos será el presidente. ¿Cuál es su análisis sobre lo que está pasando en esta coyuntura política?

Cualquier examen racional de la sociología actual en Colombia dirá que este país tiene dos grandes corrientes: el uribismo y la oposición. Juan Manuel es el uribismo y Mockus la oposición. Los demás van a estar en el lugar equivocado; en una campaña en la que nadie los mirará.

¿Cree que debe haber alianzas antes de primera vuelta?

Eso tiene que ocurrir, lo impone la lógica. Tiene que ser antes de primera vuelta porque el conservatismo es un Partido de la coalición uribista. Es un partido sustancial en ella, no es un convidado de piedra; la mayoría conservadora tiene íntima convicción de que lo que ha hecho está bien hecho, y es en favor del país y del partido.

Le veo la convicción de que Santos será el presidente, ¿por qué?

Porque observo a Santos como el representante de una gran corriente mayoritaria. Dijéramos que cuando los liberales están adhiriendo a Santos se proclaman liberales uribistas y por lo tanto adhieren a la candidatura de Santos. Los conservadores que han adherido se declaran, igual, conservadores uribistas.

Independientes como Angelino Garzón se declaran partidarios de la obra y pensamiento de Uribe y por lo tanto se adscriben a la campaña Santos. Reunidos son la primera fuerza nacional.

¿Está seguro de que llegará el apoyo conservador suficiente para que Santos gane?

Es que no entendería que pasara lo contrario. Los conservadores de hoy tienen una responsabilidad histórica con su propio partido. Ya obraron certeramente, con juicio, cuando decidieron en 2002 que el candidato oficial, Juan Camilo Restrepo, se retirara y adhirieron todos a la candidatura del presidente Uribe.

Además, hay identidad de propósitos y de puntos de vista. ¿Por qué van renunciar a estar en la corriente a la que pertenecen por naturaleza?

Pero en el congreso conservador Noemí ha dicho que se mantendrá. ¿Cree que habrá alguna circunstancia que la obligue a cambiar?

Ella tiene puntos de vista que son acordes con los del Presidente. Ese es el asunto que los va a llevar a un acuerdo político y programático.

¿Se mantendrá la doctrina Uribe?

Nosotros en el Centro de pensamiento decidimos hacer una biblioteca de las ideas de Uribe. Mi afirmación en el primer tomo es que estamos ante un cuerpo de doctrina; ese es el punto para que un estadista trascienda: Bolívar, Núñez, Caro y Cuervo; Rojas garrido, incluso el Partido Comunista...

¿Qué percepción tiene usted del fenómeno político de Fajardo y Mockus?

Creo que anima mucho el debate político. Es mejor tenerlos en la palestra con la camiseta del equipo principal de la oposición que a gente que no tiene formación ni discurso político. Ellos demuestran que con el presidente Uribe sí elevó la calidad del debate político.

Las fortalezas de Santos le ayudarán a derrotar a esa corriente, porque él tiene fortalezas en muchas áreas, formación económica y talante para derrotar el terrorismo.



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